Sepultada en la punta de los mapas, Tierra de Fuego ya no se dibuja ro
deada de feroces fieras o de monstruos inverosímiles. Ahora todo es
más real. También más frágil. En esta isla argentina, hostilidad y supervivencia
empiezan a encontrar diferentes significados. Fruto del calentamiento
global, la naturaleza ya no vive anclada en un paisaje inmutable,
y son muchas las publicaciones académicas y científicas que alertan de
los impactos medioambientales que amenazan también con transformar
negativamente la vida de este aislado punto de nuestro planeta. La exposición
fotográfica Finisterrae, del fotógrafo y antropólogo argentino
Nicolás Janowski, nos habla de ello.
Janoswki explora las raíces de la isla y nos adentra en un mundo en el
que los límites de la realidad se disipan. Hielo. Estrellas. Viento. Fuego.
Negro. Azul. Muerte. Vida. La poética de las imágenes al servicio de un
mismo punto de silencio, reflexión y pensamiento reactivo. La muestra,
crítica ante cualquier medida que signifique menospreciar o desacreditar
la transcendencia del cambio climático, ofrece una particular mirada
de un lugar límite en el extremo sur del continente americano.
En Finisterrae también se ponen al alcance del visitante lecturas diversas:
las primeras narraciones realizadas sobre la isla, escritas por viajeros,
navegantes, misioneros y antropólogos, y las últimas y más recientes
publicaciones de investigaciones científicas sobre el impacto del cambio
climático en la biodiversidad de la zona. En esta contraposición, la
metáfora del fin del mundo persiste proyectando nuevas y actualizadas
lecturas. ¿Será nuevamente este punto del mapa la última frontera de la
civilización? ¿Podemos entender, en 2019, “civilización” en los mismos
términos que en las postrimerías del s. XVIII? Ante los enormes desafíos
y peligros que conllevarán las consecuencias del cambio climático ¿estamos
siendo realmente civilizados?
Marta Nin i Camps
