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22/12/2010 / Barcelona

Octubre (22): “Una permanente inquietud por la política”, un perfil del Nobel Vargas Llosa

El pasado viernes, 8 de octubre, El Periódico de Catalunya publicó un artículo firmado por Antoni Travería, director general de Casa Amèrica Catalunya, horas después de que la Academia sueca le otorgara el Nobel de Literatura. Esta es la aproximación de Travería a la figura del escribidor: “Mario Vargas Llosa sería, tal vez, el mejor ejemplo con el que poder demostrar que el éxito del oficio de escribir, la intelectualidad y la fama adquirida, en su caso fama universal, no tiene por qué conducir al triunfo en otras facetas de la vida, y menos en la actividad política”.  

“Ni su inteligencia, ni el arte narrativo extraordinario expresado en la mayoría de sus obras literarias fueron méritos suficientes para que en 1990 sus compatriotas peruanos le escogieran a él en lugar de a un entonces desconocido Alberto Fujimori, la  antítesis del intelectual representado por Vargas Llosa.  El fracaso personal le llevó a abandonar su país, a volver a residir en Europa, adquiriendo tiempo después la nacionalidad española. Aquella experiencia política le llevaría a escribir El pez en el agua, el libro con el que reflexionaría acerca de su implicación política. Reconoce Vargas Llosa, y es de agradecer que así lo haga, que las experiencias ingratas de su vida las ha tenido con aquella decisión; a la que aseguró hace años que jamás volvería, aunque nunca haya renunciado a influir en ella con sus opiniones, o con actividades públicas en las que ha prestado apoyo expreso a políticos con un marcado acento conservador como fue el caso de José María Aznar.  Vargas Llosa mudó sus ideas de izquierda revolucionaria de los años cincuenta -fue militante comunista y usaba el seudónimo de camarada Alberto, en el grupo Cahuide en la Universidad de San Marcos de Lima-  hacia la democracia cristiana de los sesenta y setenta,  abrazó el liberalismo en los inicios de los ochenta y viró a posiciones más conservadoras a finales del siglo pasado. Muchos de los escritores del llamado boom literario latinoamericano disintieron de esas continuas mudanzas ideológicas tan acentuadas. Algunos de ellos definieron esos cambios como una traición y otros, los menos, le defendieron argumentando que era fruto de la evolución lógica de su pensamiento. Célebres fueron los afilados escritos cruzados entre Vargas Llosa y Mario Benedetti o la agria ruptura con Gabriel García Márquez.  Tal vez sea ese espíritu inquieto en la búsqueda de una cierta perfección lo que provoque atracción y al mismo tiempo rechazo. Un amigo peruano comentaba aquí en Frankfurt que la vida de Vargas Llosa es una permanente contradicción. Y algo de razón debe de tener porque la última mudanza se ha producido al dejar de prestar apoyo al Partido Popular y expresar ahora sus coincidencias con el partido de Rosa Díez, genuina representante del nacionalismo español.  Palabras de Vargas Llosa: “El nacionalismo es una catástrofe para cualquier país, en cualquier circunstancia... No hay ningún valor en el nacionalismo. Es puro desvalor... Es una ideología colectivista que convierte en un valor el accidente más banal, que es el lugar de nacimiento de una persona, y hace de eso un valor y, en alguna forma, un privilegio”.