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22/12/2010 / Barcelona

Junio (16): Estela Carlotto califica la situación del juez Garzón como “un dolor y un escándalo”

Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y Carlota Ayub de Quesada, presidenta de la Comisión de Solidaridad con Familiares de Desaparecidos en Barcelona, volvieron en mayo a la que es “su casa”, según propia definición. Casa Amèrica Catalunya organizó con ellas una charla sobre “Cultura y Derechos Humanos” en la que las voces de estos símbolos argentinos se centraron en aspectos concretos de su lucha histórica y también de la que era entonces pura actualidad, como la situación del juez Baltasar Garzón. 

Estela Carlotto, fiel a su carácter, habló del ‘caso Garzón’ sin pelos en la lengua, con claridad meridiana: “Nos sorprendió su situación y nos parece un dolor y un escándalo. Las Abuelas mantenemos una larga relación con él. El abogado Carlos Slepoy nos brindó la idea de luchar por los desaparecidos españoles durante la dictadura argentina y tuvimos entonces la suerte de que las demandas cayeran en el juzgado de Garzón. Siempre nos recibió y escuchó atentamente. Es un amigo. Declaró el caso como genocidio y crimen de lesa humanidad. Disfrutamos de justicia en España cuando no la teníamos en nuestro país”.  Y siguió la carismática Estela con preguntas retóricas que retumbaron en los oídos del auditorio: “¿Qué pasa ahora en España cuando antes se le aplaudió siempre?. Cuando toca la memoria histórica, se le defenestra sin remedio. ¿De dónde nace ese impulso?. Hay que honrar a los muertos. Y son los nietos de los asesinados, aquellos que nos pidieron consejo cuando veníamos a Barcelona por vez primera, quienes activaron la reapertura de las fosas comunes, quienes quisieron hacer justicia por fin y honrar a sus antepasados. No se puede sepultar la memoria. Resultaría un trauma para las generaciones posteriores de españoles. Ya hay, en la Plaza del Sol madrileña, marchas todos los jueves de 400 personas en apoyo de Garzón y de la justicia histórica que recuerdan nuestras primeras concentraciones en Plaza de Mayo”. Carlotto contó una anécdota recibida de terceras personas: “Me dijeron que, al verlos, un chico de 12 años preguntó ‘¿y quien era Franco?’. No se pueden permitir este desconocimiento de su historia reciente. Eduquen a sus jóvenes porque la salud de un pueblo radica en la verdad y eso tiene mucho que ver con lo que pasa con Garzón. Cuando nos enteramos de su inhabilitación, entablamos una querella criminal, hoy en curso legal en Argentina. ¿Por qué lo hicimos? Para devolver lo que Garzón y España hicieron por Argentina cuando nosotros lo necesitábamos”. En apoyo a tales argumentos, Carlota Quesada leyó fragmentos de una carta al director recién publicada aquí en la que se recordaba que “España es el segundo país del mundo en número de desaparecidos tras la Camboya de Pol Pot. Ahora pueden pedir ayuda a Chile y Argentina por los valiosos servicios prestados antes”. Quesada hizo memoria de los 34 años vividos en Masnou, cuando cambió Buenos Aires “por la tramontana y el garbí. Veníamos con dos maletas y el corazón destrozado, pero éramos bien acogidos. Encontramos un remanso de paz y la mano tendida hacia quienes huíamos de la dictadura. Desde aquí, sin apenas nada, apoyamos a Madres, Abuelas, Familiares de Desaparecidos, a cuantas asociaciones pudimos…. Habíamos salido del infierno sólo por hallarnos en Europa y les ayudábamos con colectas, haciendo pasteles, empanadas, hasta carajillos gauchos  hechos con mate y ron. Cualquier cosa para ayudar su lucha”. Antoni Travería les había recibido recordando a Estela y Carlota que la relación entre Casa Amèrica Catalunya y las asociaciones que encabezan es la de “un matrimonio que funciona desde hace muchos años”. Lanzó Travería el primer tema para debate, desgraciadamente desconocido entre el gran público español y apasionante en la Argentina: Los dos hijos adoptivos del “Caso Noble”, una batalla legal que dura más de 20 años y que concierne a los mayores poderes fácticos del país. Nada menos que a la propietaria del “Grupo Clarín”, dispuesta por todos los medios a entorpecer el trabajo de la justicia y la labor de las Abuelas de Plaza de Mayo, tenaces por saber si esos dos niños, hoy treintañeros, son hijos, como parece, de desaparecidos.  Bastaría con una gota de ADN analizada en laboratorios imparciales y, por lo que parece, los propios protagonistas desean saber la verdad, pero la señora Noble ha convertido el tema en cuestión de Estado, literalmente. Procesos interminables, chantajes, jueces caídos, recursos y más recursos, distorsiones continuos, tergiversaciones y una situación, en fin, que mantiene al país en vilo. A la postre, el dilema final: Justicia o triunfo del poder en mayúsculas. Carlotto subraya que las Abuelas desean “que los chicos en esa dura situación sean libres de hacer lo que quieran, con sus padres de adopción o sus familias biológicas”. Ahora, con cierta ironía, afirma este símbolo de los derechos humanos que “de España me quieren llevar a África cuando yo sólo deseo volver a casa por puro cansancio”. Y lo dice como si fuera lo más normal del mundo. Con la misma naturalidad con la que defiende los argumentos de la que ha sido su causa durante los últimos 35 años: Recuperar la dignidad de los desaparecidos.