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22/12/2010 / Barcelona

Noviembre (25): Villamil encumbra a Monsivais como el líder intelectual de la cultura popular mexicana

El periodista y escritor mexicano Jenaro Villamil, íntimo colaborador del fallecido Carlos Monsiváis, recordó en noviembre al gran intelectual mexicano. Con él compartió la redacción de aquella emblemática columna semanal en La Jornada, “Por mi madre, bohemios”, durante diez años, que tanta reflexión generó y tanta opinión creó entre el progresismo mexicano. Y a nosotros nos confesó en entrevista los entresijos de una de las mayores personalidades intelectuales que ha dado Latinoamérica en las últimas décadas. 

Poco extraña al afable Jenaro que la primera pregunta sea ya de riesgo y le solicite una definición de Monsiváis para profanos a la figura, como si se la pidieran a fin de ubicarla en un nuevo diccionario. La suelta casi de corrido: “Carlos era como un río con tres afluentes. Ante todo, periodista, cronista como fórmula de expresión ensayística de una manera muy sui generis. Un ensayista literario, capaz de ofrecer la gran antología del México del siglo XX, fuera en poesía, pintura, cine o artes plásticas y, por encima de todo, la representación en imagen del intelectual público más conocido y reconocido de nuestro país en la segunda mitad del pasado siglo. Un modelo laico venido de la izquierda no dogmático, portavoz y traductor de todos los movimientos sociales generados en México desde 1960 hasta el cambio de mileno. No hubo ni un solo movimiento sin Carlos, el activista permanente: Desde el movimiento gay al de la libertad religiosa, siendo protestante en un país profundamente católico, feminista, ecologista, medioambiental…”. Ahí es nada la ráfaga introductoria al perfil del personaje. Y sigue el periodista Villamil en su descripción: “Elaboró documentos y escritos del 68, estudiantiles y de sindicatos. Transformó la cultura popular mexicana otorgándole dignidad. Se puso en la acera de enfrente de Octavio Paz y Carlos Fuentes, que estaban por el canon de la alta cultura. Él, en cambio, dignificó lo que gustaba al pueblo, fuera el cómic, la lucha libre, Juan Gabriel, las telenovelas, las propias caricaturas de Rafael ‘El Fisgón’ Barajas…”. Además, un fenómeno de la Naturaleza, vista y comprobada tamaña capacidad de trabajo: “Durante 40 años – prosigue Jenaro – publicó su columna periodística “Por mi madre, bohemios”, compendio semanal de la intolerancia y la ridiculez de la derecha. Tomaba sus hechos y los rebatía con la materia prima de su conocimiento enciclopédico y su ironía. La suya era una pluma referencial para las generaciones entre los 20 y los 60 años de edad. Ésa era su importancia, nada menos. Carlos, el omniabarcador, el que todo lo tocaba y lo dominaba. No había para él ningún tema vedado, salvo, quizá, las nuevas tecnologías, que ya no le interesaban por edad. Básicamente, un gran semiólogo sin presentarse como tal y, obvio, un enorme periodista que reinventa, reactualiza la crónica, la vuelve postmoderna”. Algo sabrá quien colaboró durante una década en esa columna y pasa hoy por ser una de las voces más prestigiosas de ese oficio tan temido como necesario y ultrajado: “En las crónicas de Carlos Monsiváis, además, convive la tesis con el ensayo y el relato que trata de demostrar los rostros irracionales del poder. Y cómo la sociedad civil – término que él introdujo en el léxico mexicano sin ser seguidor de Gramsci-, fue capaz de autoorganizarse tras el seísmo del 86, en el año del Mundial. En un país tan burocratizado, el nunca dirigió nada, ni tuvo un simple cargo. Le bastó y sobró con estar en todo y ser una auténtica referencia cultural”. Falleció el pasado 19 de junio. Tras casi seis meses de luto, los íntimos pueden hacer ya un balance. Lo realiza Jenaro Villamil a petición de Casa Amèrica Catalunya: “México vivió mal la pérdida de su referente porque falleció en la época del mayor recrudecimiento de la violencia. En las diez últimas columnas que compartimos, me insistía ‘Jenaro, vamos hacia el fascismo’ y aunque le contestaba ‘no exageres, Carlos’, él me pedía que observara: ‘No temen ya ni al ridículo, van a por todo’. Su pérdida implica que la izquierda y el progresismo se han quedado en México sin nadie que la articule. Cuando vivía, desde la derecha no existía contrarréplica posible porque Carlos la arrasaba con sus argumentos y ni siquiera le presentaban a alguien que pudiera atreverse a rebatirle”.  Y a partir de su fallecimiento, otras lecturas y otras observaciones de Villamil sobre Monsiváis, siempre del máximo interés por su nivel intelectual: “Con esa desaparición, empieza lo que podríamos denominar la transnacionalización de una figura hasta entonces eminentemente mexicana. Su obra era del momento y de la urgencia, como corresponde a un periodista, pero planteaba líneas ideológicas que permanecen vigentes. En su último trabajo, por ejemplo, reflexionaba sobre la globalización de las industrias culturales, de la internacionalización de la sociedad civil con todo lo bueno y malo que tal fenómeno supone o de la creación de una nueva derecha. Carlos nunca tuvo una obra acabada. Nunca quiso ser intelectual de fama internacional. Combatía el autoritarismo mexicano, pero ahora, en su conjunto, muestra aportaciones válidas a lo mundial, que permiten lectura desde España y América Latina”. La gente que se acerca de manera póstuma a Monsiváis, tal vez lo hace a partir de la curiosidad por las peculiaridades de su entierro. Para Jenaro Villamil, “pueden hacerlo al preguntarse quien era ese señor que movilizó tanta gente en su funeral. No exagero al decir que, después de la muerte de Cantinflas, por nadie se vivió un luto así en México. Dos días de duelo que me sorprendieron muchísimo, tanta gente corriente rindiéndole honores y tributo… Hablamos de dos grandes iconos de la esencia mexicana. Su figura resultaba tan y tan familiar que aún resulta difícil sentir su ausencia”. El legado de Monsiváis, ingente: “‘Aires de Familia’ ganó el Premio Tusquets de Ensayo del 2001, obra en la que hablaba de las tradiciones comunes entre España y América Latina, será pronto reeditada. También, estaba elaborando una selección de su obra que saldrá compilada en España. Su último trabajo, ‘Apocalipstick’, título con el que definía a México D. F. entre apocalíptica y seductora en su postmodernidad será una guía referencial durante años. Al margen de la portada, con la fotografía de desnudos de Spencer Tunnick en El Zócalo, reúne sus mejores crónicas sobre esa ciudad condenada al caos y al mismo tiempo, seductora, laica, moderna y cosmopolita. Es su mejor libro: Ahí ves al intelectual Monsiváis en dominio de todos sus recursos, muy mexicano y muy universal, a la vez que pulsa cualquier resorte contemporáneo. Carlos no muere porque deja una última gran obra y todo un completo trabajo”. Y quien desee adentrarse más en Carlos Monsiváis, las recomendaciones de Jenaro Villamil, casi por categorías. En el ensayo literario, ‘El oficio de escribir’, ‘Lo marginal en el centro’ – “un ensayo sobre la obra de Salvador Novo, el antecesor de Carlos, poeta contemporáneo de los años 20 y 30, a quien usa casi como excusa para exponerse-. Por lo que respecta al ensayo histórico, preferencia por ‘Las herencias ocultas’, “estudio sobre el liberalismo español y mexicano del siglo XIX y su impronta”. Y los ‘libros de cabecera’, imprescindibles para meterse a fondo en la figura de este fenómeno, piezas del tipo ‘Rituales del caos’, ‘No sin nosotros’, ‘Escenas de pudor y liviandad’, ‘Lo marginal en el centro’, ‘Los mil y un velorios’, por no hablar ya de una cantidad dispersísima de prólogos, libros colectivos, escritos a dos manos, sobre movimientos zapatistas…. ¿Y ahora?. ¿Hablamos de herederos, Jenaro Villamil?: “Al ser tan singular y expansivo su radio de interés y acción es imposible hallar un único sucesor. Rafael ‘El Fisgón’ Barajas sostiene que con Carlos falleció el último intelectual público de México. Si le agregas activista y fundador de movimientos, nunca dirigente, es casi imposible sucederle. Podría nombrarte afluentes en singular. Así, Juan Villoro lo sería en la crónica periodística, Carlos Bonfil en el ensayo cinematográfico, Carlos Martínez en el laicismo, Elena Poniatowska en lo generacional, Marta Lamas en la militancia feminista… En el ensayo periodístico, por suerte, habría varios candidatos, pero en otros campos, como el de la liberación sexual, la lucha gay, el ensayo literario o el de la divulgación, la verdad es que creo que nos hemos quedado totalmente huérfanos sin Carlos Monsiváis. No hay quien pueda ni de lejos rellenar mínimamente su ausencia en México”.