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18/07/2008 / Barcelona

Antanas Mockus, ex-alcalde de Bogotá: “Es tal el grado de angustia en Colombia que se acepta cualquier método empleado por el Gobierno”

Antanas Mockus, ex-alcalde de Bogotá (1995-1997 y 2001-2003), filósofo y matemático, ha participado en Barcelona en el Foro Iberoamericano sobre Seguridad Ciudadana, Violencia y Políticas Públicas en el ámbito local. Este atípico político de ascendencia lituana es uno de los principales expertos del mundo en seguridad ciudadana y convivencia y artífice de la espectacular transformación de la capital colombiana bajo su mandato.  Aunque se le postula como candidato a la presidencia del país en 2010, en la siguiente entrevista asegura estar más inclinado por el trabajo de campo con colectivos en riesgo de exclusión social. Una conversación en la que Antanas Mockus nos ofrece lúcidas reflexiones sobre la trepidante actualidad colombiana: el rescate de Ingrid Betancourt y los otros rehenes, los métodos de Gobierno del presidente Álvaro Uribe, los escándalos de la ‘parapolítica’, el clientelismo y los ‘atajismos’ y la situación de la guerrilla de las FARC.

¿Cuál es su diagnóstico sobre la situación de Colombia tras el rescate de Ingrid Betancourt y los otros 14 rehenes de las FARC? Hay un primer escenario que simplificado dice: los buenos se permiten alguna que otra trampa y el bien triunfa. Me preocupan mucho los métodos. Lo que acaba de aparecer sobre el uso de los símbolos de la Cruz Roja (en la operación de rescate) es un fraude mayúsculo a la tradición de la institución. Una regla básica del Derecho Internacional Humanitario es no utilizar los símbolos de la Cruz Roja. Uno puede decir que el fin justificaba los medios, pero me toca citar a Kant cuando decía que no había nada que admirara más que lo que había logrado la Revolución Francesa, pero que de ninguna manera eso justificaba el terror y otros métodos problemáticos utilizados durante la Revolución Francesa. O sea que bien por los resultados, mal por los métodos. Y no es una estructura aislada en Colombia sino frecuente: el paramilitarismo; con otros protagonistas y actores, el ataque en Ecuador; el apresamiento de Granda en Caracas... El resultado justifica los medios, y es tal el grado de angustia que la sociedad colombiana acepta los métodos. Es un poco como Guantánamo para la política norteamericana: cuando sucede el 11-S, los primeros días el presidente Bush declaraba que iba a apresar a los terroristas y los iba a poner a disposición de los jueces. Era una formulación absolutamente sana, legítima, pedagógicamente valiosísima... Pero fue emergiendo el discurso de la enemistad total, donde el terrorista no tiene territorio común y carece de reglas comprometidas con el lado de los “buenos”, llamémosle así. ¿Teme por el futuro de los 700 rehenes en poder las FARC? Dolorosamente, las FARC han tratado de construir una fama de crueles. Esperemos que la respuesta en este caso no sea la de la crueldad. Si hubiera una respuesta de crueldad acentuarían el proceso de polarización existente en el país y la enemistad que gran parte de la sociedad siente hacia las FARC. Pero aún en muchas encuestas la gente prefiere una solución negociada al conflicto. Es una paradoja: Uribe, que tampoco rechaza una solución negociada pero que cuando la propone no parece muy creíble, no ha logrado que la sociedad colombiana abandone como deseable la negociación.  Ahora mismo, el presidente Uribe goza de índices de popularidad del 90%. ¿Es eso bueno para la democracia?Lo que más pone en riego la democracia en Colombia es la lenta disolución de los pesos y los contrapesos. Muchos analistas preveen para los próximos seis meses el intento de reforma de la justicia, en parte inspirada por un ánimo repaliativo. La Corte Suprema de Justicia destapó los escándalos de la ‘parapolítica’. En la bancada uribista, más del 30% de los diputados son investigados por ‘parapolítica’. No todos esos juicios terminarán en condena, pero también día a día se destapan nuevos testimonios de alianzas con el paramilitarismo. Lo que algunos creen es que detrás de la popularidad de Uribe se están erosionando la legitimidad y credibilidad de las instituciones colombianas. Estamos en transición hacia un poder cada vez más personalizado y menos ligado a la legitimidad de las instituciones. Se legitima el resultado y se produce una delegación creciente de las esperanzas y de las decisiones en el señor presidente.  Apenas unas horas antes del rescate de Ingrid Betancourt y de los otros rehenes usted reclamaba la renuncia de Uribe por los escándalos de la parapolítica. ¿Sigue pensando igual?mismo?  Si yo estuviera en la situación de Uribe renunciaría porque se habría revelado que mi legitimidad al ganar las elecciones (de 2006) dependió de nuevo de un sacrificio de la pureza en los métodos con tal de obtener los fines. Con el escándalo de la “Yidispolítica”, (en alusión a Yidis Medina, la ex-congresista colombiana condenada a 43 meses de prisión domiciliaria por un delito de cohecho, al aceptar dádivas a cambio de votar favorablemente a la reforma que permitió la reelección del presidente Álvaro Uribe), con una congresista que hoy en día todavía reclama el incumplimiento de un pacto culturalmente de apariencia normal, que no expresa su singularidad como persona sino la fuerza de una práctica social que es el clientelismo, intercambiar decisiones de voto por favores. Ella, todavía hoy, está castigando a Uribe y su Gobierno por no haber cumplido, está reclamándole... ¡Ella, que tomó una decisión tan histórica, no se da cuenta lo escandaloso que es reconocer sus ansias de reciprocidad!.  ¿Dónde radica lo inaceptable?En la norma cultural, un favor se paga con un favor. En las reglas de la democracia la gente no vota por pagar favores. Hubo un debate histórico, hasta altas horas de la madrugada, sobre clientelismo, entre Gustavo Petro (senador del opositor Polo democrático Alternativo) y el Ministro de Defensa (Juan Manuel Santos). Fue una situación de empate ganada por la punta de la nariz por el Ministro de Defensa diciendo: “consígame un congresista que reconozca que cambió su voto”. Porque la pura coincidencia temporal entre aprobarle un proyecto a la región y la votación del congresista todavía no es prueba de nada. Es malpensar injustamente y violar la presunción de inocencia creer que el congresista cambió su voto por el favor... Yidis era el eslabón que faltaba, la congresista que, por resentimiento, porque dio un voto tan importante y no se lo recompensaron suficientemente, sale y denuncia, aunque se perjudique a ella misma jurídicamente. Yo sí tendría un problema de conciencia al seguir gobernando después de descubrir que mis colaboradores han tramado semejante “mercado” para permitir la reelección.  ¿Es demasiada casualidad que en el momento de mayor debilidad del presidente se produzca esta operación de rescate de rehenes tan aparentemente inmaculada?Uribe aplica un principio que yo también apliqué a mi manera como rector y como alcalde y que es no tenerle miedo a torear varios toros al tiempo, en contra de la recomendación clásica de ir uno a uno. Uribe, cuando tiene a uno medio controlado ya suelta al otro... Pero insisto en la pureza de los métodos porque muchos de los problemas colombianos se deben al atajismo. Los narcos son atajistas, las FARC son atajistas –quieren tomarse el poder y hacer transformaciones sin pasar por el consenso y el respaldo popular–; los paramilitares fueron un atajo en vez de esperar que el Estado y la justicia lograran derrotar, dentro del Estado de Derecho, limpiamente, a las FARC... Es un concurso de atajistas. Lo que he planteado después del recate de Ingrid es que no dudo de la radicalidad del presidente como antiterrorista, pero si quisiera ser anticlientelista, como es antiterrorista, ahí tendría la ocasión perfecta al decir: “yo, que soy tan querido por mi sociedad, reconozco un fraude mayúsculo”. Y dejaría sentada una lección de altísimo impacto en Colombia: ni atajismo violento ni atajismo político. Estoy seguro que parte de la elite colombiana considera al atajismo político menos grave que el atajismo violento y tal vez en términos morales algo de razón hay. Pero creo que en Colombia parte del atajismo violento es una reacción a la hegemonía del atajismo político.  ¿Usted se postula como candidato presidencial para las elecciones de 2010?No, no. Eso es tema para otras conversaciones, en otro momento. Aunque abogue por la cultura como elemento fundamental en su forma de entender la política... Es posible que haciendo un balance general de mi vida haya ayudado a cambiar algunos aspectos de la cultura colombiana. Y es posible que en algún momento eso siga una dinámica de la alcaldía a una posición de Gobierno nacional. Pero mi vida está llena de sorpresas, con puertas inesperadas que se abren y me permiten hacer pedagogía donde me encuentre. En Popayán entrevisté una vez a un sacerdote de 82 años que me mostró con enorme gusto las escaleritas que suben al púlpito. Yo le dije que debe ser muy sabroso dar sermones desde allí. Y me respondió: “No señor. A la gente ya lo que le gusta es que le hablen de igual a igual”.  ¿Qué quiere decir?Que puede que no necesite púlpito y que logre otros canales de influencia. Ahora mismo, cada tres, cuatro semanas viajo al estado brasileño de Alagoas, donde hay altos índices de violencia. Y puntualmente estamos empezando a modificar el rito de entierro. Creemos que si el rito de entierro recupera su complejidad, más gente respetará más la vida. Ahí tal vez se involucren elementos del folclor de la región, el baile del buey, que es un derivado de mito de resurrección. Una sociedad que banaliza los entierros banaliza el tabú alrededor de la vida. Allá hay algo de sicariato y muchas muertes de jóvenes adictos al ‘crack’. Y también voy a acabar este año en Barranquilla, en Cartagena, y en Santa Marta, apoyando a los gobiernos locales y a la empresa privada en programas de cultura ciudadana. Hay una serie de cuentos de Kafka que dicen: “esta puerta te estaba reservada pero, o no la buscaste, o no la golpeaste con suficiente decisión, o ésa no era la puerta”.  La vida irá diciendo, pero nunca me ha gustado ser acosador.