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Conversamos con Roberto Chang: 'Que un organismo microscópico amenace con barrernos súbitamente del planeta nos recuerda lo pequeños que somos'

El mundo vive hoy en estado de alarma y expectación con motivo de la pandemia del COVID-19. Desde Casa Amèrica Catalunya, abordamos esta situación desde diferentes puntos del continente americano. Esta semana hemos hablado con el economista y profesor de origen peruano-chino Roberto Chang, que vive y trabaja en New Jersey (Estados Unidos). Actualmente es Distinguished Professor de la Rutgers University, la universidad estatal de New Jersey y octava más antigua del país. Chang espera que esta pandemia “nos ayude a reflexionar sobre nuestro lugar en el universo y nos lleve a prepararnos mejor contra crisis futuras, que las habrá”.

¿Cómo se vive en su país la crisis sanitaria internacional provocada por el coronavirus?
En los Estados Unidos, donde vivo, los números de infecciones y muertes ahora son los mayores del mundo. Los gobiernos, tanto el federal como los locales, han terminado decretando medidas para suspender actividades económicas y negocios, implantando cuarentenas y distanciamiento social. Ello ha ayudado a contener la propagación del virus, pero a su vez causa fuertes pérdidas económicas, por lo que la población tiene mucho miedo por la posibilidad de contagiarse versus la amenaza de quedarse sin empleo o menores ingresos. La situación es difícil, pero yo trato de mantener perspectiva. La población de los Estados Unidos es grande, alrededor de 300 millones, por lo que los números per capita son más favorables de lo que la gente parece pensar. De hecho, en gran medida los problemas más alarmantes se concentran en áreas relativamente pequeñas y de mayor concentración urbana, en particular el área de Nueva York y alrededores, incluyendo New Jersey, mi lugar de residencia. Por aquí el número de muertes creció muy rápidamente, y se reportaron problemas y algunos desastres en hospitales y casas de retiro para ancianos. Ahora bien, en los últimos días parece que el ritmo de crecimiento del virus se ha revertido, lo que ha llevado a los gobiernos a empezar a considerar cómo se va a reabrir la economía.
Lo más inquietante es la incertidumbre. Todos se preguntan: ¿Cuánto tiempo más estaremos encerrados? ¿Habrá valido la pena, habremos derrotado al virus? O, por el contrario, regresará la amenaza, ¿y entonces qué? ¿Y qué va a suceder con nuestros trabajos, con nuestros ahorros, con nuestras relaciones sociales? La falta de respuestas genera temor. Por otro lado, algo muy positivo es que veo bastante solidaridad, en general. Y la gente aquí ha acatado las medidas de cuarentena y distanciamiento social sin demasiada queja u oposición.

¿Qué reacciones, impactos o lecturas le generan las noticias que llegan desde Europa?
Mi esposa y yo estábamos viviendo en Londres hasta que decidimos regresar a casa en marzo. Tenemos una relación estrecha con España y la visitamos cada vez que podemos. También, tenemos familia en Francia. Por todas esas razones miramos con mucha atención lo que sucede en Europa, especialmente en España, Francia y el Reino Unido. Nuestra primera reacción ha sido de sorpresa en cuanto a la diversidad de estrategias para confrontar la crisis y mitigar el problema de la transmisión del virus. Pasamos varias semanas en Londres preguntándonos si el plan inicial de Boris Johnson, de tratar de mantener la vida normal lo más posible, iba a tener un gran costo en términos de enfermedades y muertes, comparado con las acciones mucho más radicales de Emmanuel Macron en Francia. Y mi impresión es que España trató de ir en la dirección de Macron, pero con menos efectividad debido a carencias institucionales y políticas. Una segunda reacción es que la pandemia ha realzado la importancia de fortalecer la solidaridad entre países de Europa. Está claro que si un país no se cura, los vecinos tampoco están curados. Esto está motivando una reevaluación, en particular, de las actitudes y perspectivas de instituciones multilaterales europeas, incluyendo el Banco Central Europeo y el Parlamento Europeo. No me queda claro, sin embargo, si al final el resultado va a ir en el sentido de reforzar la Unión Europea o, por el contrario, de fragmentarla y generar más barreras entre países.

¿La ciudadanía confía en el gobierno de Estados Unidos?
Bueno, aquí el que gobierna es Donald Trump, ¿hay que decir más? Pero sí hay algo que resaltar en este aspecto. Trump ha logrado dividir la opinión pública de forma que sus partidarios lo van a defender y justificar, no importa cuánto dolor y cuántas muertes se deban a su desastrosa gestión. El nivel de aprobación de Trump está en un 40 por ciento, pero ese 40 por ciento ha decidido hace tiempo que no les importa si Trump dice la verdad o no. Ellos viven en un mundo post-verdad, donde la pregunta de si confían en Trump ha desaparecido. Para ellos es irrelevante.

¿Qué opinión le merece el sistema sanitario de su país?
Estoy muy agradecido y admiro a los trabajadores del sistema: doctores, enfermeras, ayudantes, operarios, conductores, que han continuado desplegando su labor abnegada, a veces mal pagada, y con su riesgo personal, para atender a los infectados, haciendo todo lo que pueden y más para que los enfermos sobrevivan y se recuperen. Por otro lado, el sistema de salud no está a la altura de esos trabajadores. Hay muchos casos de carencias de equipamiento, incluyendo mascarillas de protección y guantes, o falta de espacios adecuados para separar a los enfermos del virus de otros enfermos. La disponibilidad de pruebas de diagnóstico es a todas luces insuficiente. Y los que se infectan tienen que preocuparse no sólo de si van a sobrevivir, sino también de cómo van a pagar la cuenta si sobreviven. En estos momentos, la opción de un sistema de salud nacional a la inglesa parece muy tentadora. Yo creo que hay otras opciones, pero lo cierto es que el sistema de salud de los Estados Unidos está muy lejos de lo que merece y puede tener esta nación.

¿Qué reflexiones personales le surgen a raíz de esta situación?
Muchas. Quizás la que me viene más a menudo es pensar que esto es la guerra mundial que nunca vivimos, y que desde ese punto de vista es afortunado que sea así, que estemos en guerra contra un virus para que no nos mate, en vez de estar matándonos los unos a los otros. También me doy cuenta de lo que ha sobrellevado la gente en situaciones de crisis parecidas. Yo nací y crecí en Lima, pero dejé el Perú en 1983, así que no viví en carne propia los años de la guerra terrorista de Sendero Luminoso combinada con la catástrofe económica de Alan García, sobre todo entre 1985 y 1990. Ahora recuerdo lo que me contaban mis padres y hermanos que estaban allí porque veo cosas parecidas en esta situación: por ejemplo, si encuentras que una tienda tiene papel higiénico o harina, compras no sólo para ti, sino para tus vecinos, por si a ellos les hace falta y no encuentran; preguntarse si es buena idea pagar el alquiler de tu piso este mes aunque tengas el dinero porque en una de esas pierdes el empleo; hacer preparativos especiales antes de salir a la calle para minimizar la posibilidad de que te pase algo, en esos años una bomba o un secuestro, ahora es que alguien infectado tosa demasiado cerca de ti.

En estos días, ¿piensa en algún libro, alguna canción, obra de teatro, película…?
Aunque creas que lo digo porque adoro Barcelona, pienso mucho en George Orwell, y en especial en su extraordinario Homenaje a Cataluña. Una razón es que allí Orwell nos regala vívidas descripciones de sus experiencias durante la Guerra Civil Española, en las que veo tienen paralelos con nuestra vida diaria estos días. Por ejemplo, el tedio de días y días esperando una resolución, parecido al que nos asalta ahora, lo vivió Orwell cuando estaba estacionado en algún campo esperando batalla. Otra razón por la que pienso en Orwell es la guerra de información que existe, sobre todo en los Estados Unidos, pero también en otros países donde el populismo demagógico ha florecido. Aquí Trump miente descaradamente, afirma hoy que no dijo lo que dijo ayer, menciona lo que los expertos no han dicho, niega lo que los expertos aconsejan o cuándo lo hicieron. Y la prensa allegada a él hace lo mismo, alimentando división, ignorancia, pateando los tableros del debate, deslegitimizando la evidencia y el quehacer científico. Al final de Homenaje a Cataluña Orwell menciona que él encontró algo análogo en Inglaterra a su regreso de España, por lo que concluye su libro con la advertencia de que él reportaba sólo un ángulo de la realidad, el que Orwell vivió, y que el lector debía comparar esa historia con otras para formarse una opinión educada de lo que estaba sucediendo en Europa. Por eso, a menudo me encuentro preguntándome: ¿Qué diría Orwell hoy?

¿Qué repercusiones puede traer esta crisis en su ámbito profesional?
Desde mi punto de vista como economista, una consecuencia importante es que tendremos que dialogar mucho más con otras disciplinas, especialmente con epidemiólogos y expertos en políticas de salud, para tratar de encontrar acciones que minimicen el riesgo de otra pandemia, y diseñar políticas e instituciones que puedan responder más eficaz y ágilmente si ese riesgo se materializa.
Desde mi perspectiva como profesor, probablemente lo más impactante va a ser un uso mucho más intenso de tecnologías a distancia, tanto para reducir la necesidad de clases presenciales, como para minimizar reuniones de trabajo, sesiones de discusión, o cualquier otra actividad que puede ser reemplazada por videoconferencias. También me imagino que habrá mucha más demanda para estudiar carreras que han resultado cruciales en esta situación.

¿La pandemia puede agudizar tensiones entre los países latinoamericanos? ¿Es de esperar conflictos entre fronteras?
La posibilidad de mayores tensiones existe, en gran parte porque la respuesta de los gobiernos latinoamericanos ha sido muy desigual, en una situación en la que la dimensión global es clave. Por ejemplo, la reacción del Perú ha sido muy rápida y decidida: entre otras medidas, el gobierno anunció un paquete fiscal de más del 10 por ciento del ingreso nacional, lo que ha sido muy aplaudido. Pero, en contraste, Ecuador ha sido notable por su falta de reacción, con resultados muy tristes: el New York Times publicó fotos con cadáveres que los habitantes de Guayaquil sacaban a las calles. De Guayaquil al Perú hay menos de 300 kilómetros. También en esto debemos recordar que ya había muchos conflictos en Latinoamérica por la migración de venezolanos, conflictos que se multiplican con la crisis. El Perú ha recibido alrededor de 800.000 refugiados de Venezuela, y ahora se ve en la disyuntiva de ayudarlos o no. Por ejemplo, el gobierno decidió hacer transferencias directas de dinero para aliviar la situación de los más necesitados. Pero ese beneficio no se extendió a los venezolanos. Obviamente ha habido protestas y argumentos, lo que ha puesto al gobierno peruano en una situación delicada, de la que no veo una salida fácil.

¿Cómo cree que esta crisiscambiará nuestra manera de entender el mundo? ¿Cómo lo observaremos en nuestras vidas?
Hay un sinfín de lecciones, aunque no sé si las aprenderemos todas. Menciono dos. Muy probablemente vamos a valorar mucho más lo que tomábamos como dado antes, sobre todo el contacto y calor humanos. Pienso en cómo quisiera poder abrazar a mis hermanos, estrechar las manos de amigos, compartir un buen café o, mejor, unos vinos con ustedes en Barcelona. En persona, no via Zoom. Y también poder ir a comprar comida, libros, o cualquier cosa, en alguna tienda y sin miedo a la infección. También quizá aprenderemos a ser más humildes, en el sentido que la crisis nos ha recordado lo pequeños que somos en este gran teatro que es el mundo, para que un organismo microscópico amenace con barrernos súbitamente del planeta. Esperemos que esto nos lleve a reflexionar mucho más sobre quiénes somos, cuál es nuestro lugar en el universo, qué debemos hacer, qué esperar, qué significado tienen conceptos como justicia, solidaridad, y amor. Y que esa reflexión a su vez nos lleve a prepararnos mejor contra las crisis futuras, que las habrá.

Día / Hora:
01/05/2020, H
Lugar:
Barcelona